Literatura Judeico-Cristiana

Literatura Judeico-Cristiana

Ya en el Nuevo Testamento es fácil advertir que el cristianismo primitivo hubo de luchar, no solamente para librarse del judaísmo y, a pesar de estar unido a éste por su origen, para constituirse al lado de él como una religión nueva que venía a reemplazarlo ; no solamente también con los poderes imperiales paganos y con los filósofos gentiles, sino además contra ciertas tendencias, asociadas a creencias extendidas entre los medios judaizantes y helénicos, que, si no ponían en peligro su existencia, amenazaban la pureza e integridad de su fe. Esas tendencias, opuestas a las enseñanzas de la fe, se designan con el nombre de herejías (de la voz griega airesis, elección de una opinión, secta) y con el de herejes a los que las siguen. Estudiaremos en este capítulo los autores y los escritos heréticos del siglo u, y nos ocuparemos en el siguiente de la falange de escritores que las combatieron. Advertimos desde ya que en muchos casos sólo podremos dar el título de las obras heréticas, pues la literatura de este carácter ha desaparecido casi en su totalidad, destruida por la guerra de la Iglesia contra ella o simple-mente abandonada por falta de interés. Tres grandes movimientos heterodoxos se desarrollaron en el seno del cristianismo durante el siglo u: el cristianismo judaico, el gnosticismo y el montanismo, de los que vamos a tratar sucesivamente.

El cristianismo judaico, cuya forma clara y francamente herética fue el ebionismo, tuvo su origen en la adhesión de algunos cristianos de raza judía a los ritos y prescripciones de la ley mosaica. Consideraban indispensable para salvarse, las prácticas que el Evangelio había abolido en el Concilio de Jerusalén y estimaban a Jesús como simple hombre, cual lo esperaban los judíos. Pella, al otro lado del Jordán, y las regiones limítrofes fueron su campo de acción. Los ebionitas pueden dividirse en tres grupos: los simplemente ebionitas, los ebionitas esenios y los elkasaitas. Entre las obras ebionitas merecen citarse las de Símaco, que tradujo el Antiguo Testamento al griego (161-211). Se le atribuyen también unos comentarios sobre un evangelio apócrifo de san Mateo 1. Son igualmente ebionitas los Viajes de Pedro, unos Hechos de los Apóstoles especiales de que se servía la secta, en los que estaban contenidos los Grados de Santiago. Por último tienen el mismo carácter los escritos pseudoclementinos Homilías griegas y Reconocimientos, de los cuales ya nos hemos ocupado en el capítulo II, número 6.

Los elkasaitas, llamados también sampsei, profesaban una mezcla extraña de judaísmo, cristianismo y gentilismo. San Epifanio (Haer.LIII, 1) habla de un Libro de Elkasái  fundador de la secta, libro que un tal Alcibíades llevó a Roma hacia el año 225 2. Menciona también Epifanio otro escrito de la secta titulado Libro de Jexaí, hermano éste del fundador. De este último escrito traen varios pasajes Hipólito y Epifanio, y se supone compuesto hacia el año 100, si bien algunos críticos lo colocan en el 200.

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